- Edebé
- 1995
- 284 pags
- Juvenil
“Un misterioso fabricante de
juguetes que vive recluido en una gigantesca mansión poblada de seres mecánicos
y sombras del pasado… Un enigma en torno a extrañas luces que brillan entre la
niebla que rodea el islote del faro… Una criatura de pesadilla que se oculta en
lo más profundo del bosque… Estos y otros elementos tejen la trama del misterio
que unirá a Irene e Ismael para siempre durante un mágico verano en Bahía Azul.
Un misterio que los llevará a vivir la más emocionante de las aventuras en el
laberíntico mundo de luces y sombras.”
Esta vez nos trasladamos a Bahía
Azul, un pequeño pueblo en la costa de Normandía, durante los años 30. La
familia Sauvelle, compuesta por Simone y sus hijos Irene y Dorian, llegan desde
París huyendo de la ausencia que la muerte del señor Sauvelle ha dejado en sus
vidas. Se instalan en la pequeña casa del cabo y Simone comienza a trabajar
como ama de llaves en Cravenmoore, la mansión de Lazarus Jann, un fabricante de
juguetes que vive recluido con su esposa enferma, a la que cuida desde hace más
de 20 años. En poco tiempo, los Sauvelle se encuentran perfectamente integrados
en la vida del pueblo, y disfrutan de la tranquilidad que les otorga su nueva
vida: Simone trabajando para el que se ha convertido en un buen amigo; Dorian
cartografiando los acantilados y la costa, e Irene en compañía de Ismael, un
joven del pueblo con el que siente cierta conexión. Pero esa tranquilidad se ve
interrumpida por un trágico suceso que impacta a todo el pueblo y que, sin
saberlo, está relacionado con un diario que Ismael e Irene encuentran en el
viejo faro en uno de sus encuentros. Poco saben ellos que una alargada sombra
se cierne sobre Bahía Azul, y que la felicidad y tranquilidad que tanto
ansiaban y parecían haber encontrado, se verá trastocada por los retazos de una
trágica historia que tuvo lugar en el pueblo hace muchos años y de la que
surgió la leyenda de las luces del faro, las luces de septiembre.
Creo que ahora, a pesar de
tratarse de una novela juvenil otra vez, nos encontramos con una historia más
adulta y más compleja, más completa, más Zafón. Nos encontramos ante una
lectura nuevamente sencilla y amena, pero mucho más entramada, con más giros y
con personajes mejor construidos. La descripción de los lugares está más
conseguida, la ambientación es mucho mejor, y a veces parece de verdad que
estamos surcando la bahía a lomos del velero de Ismael, o paseando por los
tenebrosos pasillos de Cravenmoore, inundados de autómatas cuyos ojos fijos brillan
en la penumbra. Realmente es el primer libro de Zafón que consigue meterme en
la historia al cien por cien, que consigue trasladarme con total verosimilitud
a los lugares donde se desarrolla la historia, que me transmite tantas
sensaciones distintas. Creo que todo en la historia encaja perfectamente, como
el mecanismo de un reloj.
En esta novela vemos por primera
vez a Andreas Corelli, un personaje que aparecerá en novelas posteriores, cuyo
único propósito es hacerse con las almas de aquellos más necesitados, no sólo
de bienes materiales. Me parece un personaje fascinante y misterioso, pero del
que queda clara su intención desde el primer momento. Otro de los personajes
que más me gustan de la novela es Lazarus, el fabricante de juguetes, alguien
que lleva escrita la soledad en la mirada pero que, sin embargo, no ha cesado
de velar por su esposa durante muchos años, aunque ello le haya llevado a su
situación actual. Irene e Ismael me gustan a partes iguales, ambos son jóvenes
que apenas están empezando a vivir, pero a los que la adultez les llega de
golpe cuando descubren el misterio de Bahía Azul. Todos los personajes me
parecen muy completos, muy conseguidos, cada uno con su carisma, su historia y
su carácter; llegas a empatizar con todos, y es fácil imaginarlos haciendo esto
o aquello o interactuando entre sí.
Nos encontramos, por tanto, y
siempre desde mi punto de vista, ante la antesala de lo que vendrá
posteriormente y de la que, para mí, es la mejor novela de género juvenil de
Zafón. Tanto es así que, todos los años, hacia finales de agosto y principios
de septiembre, suelo volver a leerla para, nuevamente, sumergirme entre sus
páginas y volver a esa bahía desde la que contemplar el faro mar adentro y
Cravenmoore tras el bosque de los acantilados.
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