jueves, 14 de mayo de 2020

Reseña - "La sombra del viento", Carlos Ruiz Zafón

- Planeta
- 2001
- 445 pags
- Novela

      “En medio de las oscuras sombras que se han apoderado de la Barcelona de la posguerra, el joven Daniel Sempere busca el rastro de Julián Carax, un autor naufragado en el olvido por el que se siente fascinado. De su obra subsiste un único ejemplar de la novela “La Sombra del Viento”; el resto ha sido sistemáticamente destruido, devorado por el laberinto de la historia.”

      Un amanecer de 1945, cuando las heridas de la guerra civil todavía no habían cicatrizado, el señor Sempere conduce a su hijo Daniel a un lugar mágico: el Cementerio de los Libros Olvidados. Este lugar, un santuario perdido entre los edificios de la ciudad, sirve de refugio para aquellos libros olvidados y perdidos en el tiempo, donde esperan, perdidos entre un laberinto de pasillos y estanterías, a que alguien venga a rescatarlos de su letargo para darles nueva vida. Aquí es donde el joven Daniel encuentra “La Sombra del Viento”, de un tal Julián Carax. Daniel devora el libro en apenas una noche y, llevado por el deseo de conocer más sobre su autor, decide preguntar a su padre. Poco después se descubre que apenas nadie conoce al autor, que casi la totalidad de sus libros han desaparecido misteriosamente con el tiempo y que tener un “Carax” se considera una suerte dentro del círculo de libreros de viejo. Así pues, Daniel, que no quiere dejar pasar el asunto, empieza a recabar los pocos datos que va pudiendo, hasta que, años después, ya con un Daniel más adulto, nos encontramos ante las puertas de un misterio que parece ser más profundo de lo que uno podía imaginar. Algunos hilos empiezan a moverse, algunos personajes olvidados empiezan a aparecer y los pasajes de una historia trágica y llena de pérdida y soledad comienzan a encajar al ritmo que nuestro protagonista va descubriendo que la vida de Carax tiene una inquietante semejanza con la suya propia.

En esta novela nos encontramos por primera vez una historia adulta, con varias tramas abiertas, con un lenguaje más complejo y serio. Un escritor que escribe sobre literatura. La historia es mucho más densa, pero de lectura amena y absorbente, bien hilada y bien acompasada: no es demasiado rápida ni demasiado lenta, tiene un ritmo perfecto.

Volvemos a aparecer en Barcelona, esta vez en la época de la posguerra. Todo se tiñe de gris, de incertidumbre, de desconfianza. No se han curado las heridas de la guerra, y la gente lo sabe, los personajes lo notan y viven con ello, y Zafón consigue transmitir esas sensaciones al lector. Las descripciones de los lugares hacen que la ambientación de la novela sea impecable, recreando las calles de la ciudad, los lugares más emblemáticos, edificios, plazas, calles, portales… Todo parece tan real que apenas cuesta trabajo imaginarse los escenarios.

En cuanto a personajes, aquí nos encontramos un rico surtido de ellos, a cada cual más especial y carismático. Daniel Sempere, un joven que ayuda a su padre en la librería cuya familia lleva atendiendo desde siempre, se nos presenta como alguien curioso, algo tímido, con la valentía para meterse donde no le llaman que sólo tienen aquellos que aún son demasiado jóvenes para entender la verdadera tragedia. Es el hilo conductor de la historia, y creo que todos a los que nos gusta leer nos podemos sentir identificados con él en algún momento de la narración. Fermín Romero de Torres es el que pone el tinte ácido a la novela. Daniel lo encuentra mendigando por las calles de Barcelona, y cuando decide contratarlo para ayudar en la librería descubren que el cuerpo de Fermín cuenta más historias por sus cicatrices que muchos otros. Siempre va cargado de unos cuantos caramelos Sugus y, a pesar de esa fachada de bravucón y pícaro, en el fondo es un blando que encandila a todos y que se hace querer. Julián es un personaje del que poco voy a decir, porque es mejor ir descubriendo todo lo que gira en torno a él con la lectura, pero es fácil empatizar con él y sentirse atraído hacia su historia. Por último, voy a mencionar a uno de los personajes que más se me han quedado grabados desde la primera vez que leí esta novela: el inspector Fumero. Creo que es uno de los personajes mejor construidos de la historia, con una trama que hace ver que el mal puede estar en cualquier lado y venir de cualquier persona, y con un carácter que hace que, de verdad, se convierta en alguien despreciable para el lector. Pocas veces he tenido el gusto de leer a un personaje que me genere tanto desprecio, y eso no se consigue fácilmente, por lo que aplaudo la labor de Zafón en la creación de Fumero. Podría seguir hablando de muchos otros personajes, hay muchos de ellos que merecen más que una mención: Beatriz Aguilar, cuya fuerza le sirve a Daniel de ayuda en varias ocasiones; Miquel Moliner, que hizo todo lo que pudo por sus amigos, en especial por Julián; Nuria Monfort, el claro ejemplo de cómo la soledad puede amargar el alma por elección propia; Penélope Aldaya, viva imagen del sacrificio que a veces acompaña a la más pura inocencia; Jacinta, a la que no le hace falta parir para ser más madre que cualquiera; la Bernarda, pilar fundamental para Fermín, y que quiere tanto a Daniel como a un hijo propio, o Barceló, que parece conocer todo lo relacionado con la literatura y los libros, incluso cuando nadie parece saber nada. La historia está cargada de personajes que tienen mucha fuerza, cada uno con su propia historia y su propio carisma, bien construidos, y cuyos destinos e historias parecen entremezclarse sin final en un laberinto de tramas donde todos tienen algo que aportar, algo que decir o algo que vivir.

Realmente no puedo hablar de manera estrictamente objetiva de Zafón, como ya dije en alguna entrada anterior, pero menos aún cuando se trata de “La Sombra del Viento”. La frase que podemos leer entre sus páginas que menciona que “pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón” cobra un sentido literal en este caso, al menos para mí. Recuerdo que cuando lo empecé por primera vez, abandoné la lectura, quizá porque era demasiado joven aún para entrever a través de las líneas la historia que tenía en mis manos. Meses después, y con la incertidumbre de haber dejado de lado una novela de la que muchos hablaban, decidí darle una segunda oportunidad. Como he dicho, es fácil para aquellos que nos gusta la literatura sentirnos identificados con Daniel en algún momento, pues, al igual que él devoró el libro de Carax en una noche, a mí me bastaron poco más de dos tardes para terminar esta historia, de la que me quedé totalmente prendada. Recuerdo no poder parar de leer, no querer parar de leer; quería seguir descubriendo la historia de Carax junto a Daniel, y poder ver dónde desembocaba toda aquella red de historias entrecruzadas en una ciudad embrujada. Realmente es un libro y una historia muy especial para mí: aquí comencé a interesarme por una literatura más adulta, por descubrir otros autores y salir del círculo en el que siempre me movía. Y, además, me sirvió para interesarme por toda la obra del autor (otra similitud con Daniel), y empecé a investigar y a adquirir todas las novelas que Zafón había publicado hasta la fecha y así convertirse, pocas lecturas después, en mi escritor favorito. 

2 comentarios:

  1. La leí hace mucho tiempo, pero me gusto, a ver si algún día la retomo y me animo con toda la trilogía 😉. Gracias por tu recordatorio de la historia

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    1. No hay de qué! La verdad es que, aunque el libro es autoconclusivo en sí, te recomiendo leer el resto de novelas para conocer más a fondo la historia de todos los personajes y la del Cementerio de los Libros Olvidados =)

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