viernes, 24 de abril de 2020

Reseña - "El príncipe de la niebla", Carlos Ruiz Zafón

Planeta
1993
230 pags
Juvenil

  “El nuevo hogar de los Carver, que se han mudado a la costa huyendo de la ciudad y de la guerra, está lleno de misterio.
  Todavía se respira el espíritu de Jacob, el hijo de los antiguos propietarios, que murió ahogado. Las extrañas circunstancias de esa muerte sólo se empiezan a aclarar con la aparición de un diabólico personaje: el Príncipe de la niebla, capaz de conceder cualquier deseo a una persona; eso sí, a un alto precio.”

  La primera novela de Zafón es, desde mi punto de vista, un perfecto ensayo y punto de partida para lo que, posteriormente, se convertiría en un estilo propio y único. Para ser la primera novela del autor, la historia está bastante conseguida, a pesar de no ser muy compleja argumentalmente: una familia se muda a un nuevo lugar, empiezan a pasar cosas raras y, poco a poco, van descubriendo la verdadera historia detrás del misterio. Es un esquema que se repite en el resto de novelas del autor, aunque cada vez con más complejidad, personajes implicados y tramas.

  El misterio que rodea a la familia Carver nada más mudarse hace que te enganches a la historia. Algo pasa en el pueblo, y todo parece converger en un jardín de estatuas rodeado por la niebla y su supuesta relación con un naufragio sucedido frente a los acantilados del pueblo 25 años atrás. El joven Max, nuestro protagonista e hijo mediano de los Carver, irá desentrañando el misterio poco a poco, hasta descubrir la verdadera historia del “Orpheus” y de la familia que habitaba su casa antes que ellos.

  Es fácil imaginar los escenarios en los que se desarrolla la historia, especialmente el jardín de las estatuas y las escenas en el mar. Zafón consigue trasladarnos a un pequeño pueblo costero británico de mediados de siglo XX, donde la tranquilidad y la rutina sólo la rompen el envite de las olas y el aire con olor a sal, convirtiéndonos casi en unos vecinos más, espectadores de todo lo que acontece. 

  A quien más acompañamos durante la historia es, como ya hemos visto, a Max, un joven que, a pesar de no gustarle haberlo dejado todo atrás, su fascinación por el recién descubierto mar y por el misterio, hacen que acabe disfrutando de su nuevo hogar y su nueva vida. En sus pesquisas le acompañan Roland, un joven del pueblo, nieto adoptivo del farero y que tiene una pequeña cabaña en la playa en la que suele pasar los días que no están en el faro con su abuelo, y Alicia, la hermana mayor de Max, que parece sentir una conexión especial con Roland. Este último guiará a los dos hermanos hacia la historia del “Orpheus”, el buque hundido, por el que suele bucear, rescatando objetos que el tiempo y el mar ya no quiere. El resto de personajes, como los padres de Max, su hermana pequeña o el abuelo de Roland, son más secundarios, si bien este último tiene bastante peso en la historia.

  Del Príncipe poco voy a decir, mejor descubrirlo durante la lectura; pero sí decir que aquello a lo que representa volverá a aparecer una y otra vez en las novelas de Zafón, bajo distintos nombres, hasta culminar en su mejor representación poco más adelante en la obra del autor. 

  De estilo sencillo, la lectura se hace rápida y ligera, no es para nada compleja como he dicho anteriormente: una única trama que lleva toda la carga argumental, nada más. En cuanto a la historia en sí, ya se ve la capacidad de Zafón para mantener en vilo al lector con una narración cargada de misterio, además de que se empieza a ver la manera que tiene de transmitir sentimientos. Las conclusiones son más rápidas que en novelas posteriores, algo normal para su primer trabajo, pero la sensación de angustia y miedo la transmite perfectamente, sobre todo cuando narra las escenas en el barco hundido o en el jardín de estatuas.

  De todas sus novelas, podría decir que es de las que “menos” me gustan, pero no porque no me guste en sí (Zafón es mi escritor favorito), si no porque las otras me parecen fascinantes. Siempre disfruto con la lectura de sus libros; su forma de contar las historias, de narrar los acontecimientos, de plasmar las sensaciones y los sentimientos… me parece uno de los pocos autores que saben llegar al alma del lector. Por ello, he disfrutado mucho esta relectura, hacía tiempo que no volvía a las páginas de “El Príncipe de la niebla.”

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